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 Censos de Población y Viviendas de 2001 
La aldea de las personalidades / Lista de colaboraciones 
 Sr. D. Manuel Fraga Iribarne 
Presidente de la Xunta de Galicia 
Vilalba (Lugo) 
 
                          Breve reseña estadística 
						  En el Diccionario Geográfico 
                          y Estadístico de Pascual Madoz (1845), se dice que Vilalba 
                          tiene clima húmedo, algo frío pero bastante sano por 
                          la buena ventilación que disfruta. Tiene 869 almas que 
                          viven en 152 casas. El aspecto de estas casas mejora 
                          notablemente y se les va dando mayores comodidades. 
                          La recién construida para el ayuntamiento y cárcel, 
                          es sencilla pero de bonita planta, bien que la parte 
                          destinada a las prisiones no reúne todas las circunstancias 
                          que requieren los edificios de esta clase. Hay una escuela 
                          pública elemental incompleta y falta de dotación. A 
                          ella concurren sobre 30 niños y 10 niñas. La iglesia 
                          parroquial (Sta. María) es matriz de Santiago de Sancobades; 
                          el curato de segundo ascenso y patronato real y ordinario, 
                          el cementerio está bien situado; y existen tres ermitas, 
                          La Purificación, Guadalupe y San Roque. El terreno es 
                          de mediana calidad y no corresponde a los afanes del 
                          agricultor, sin duda por falta de regadío, lo cual contribuye 
                          también a la escasez de arbolado y combustible. El correo 
                          se recibe de Lugo dos veces por semana y por medio de 
                          un peatón. La producción más abundante es el centeno; 
                          también se recogen muchas patatas, algún trigo, maíz, 
                          legumbres, hortalizas y frutas. Cría ganado vacuno, 
                          caballar, de cerda, lanar y cabrío; hay perdices y liebres 
                          y alguna pesca. La industria y comercio no es más que 
                          la agricultura y ganadería, si bien se encuentran molinos 
                          harineros, telares para lino y lana, oficios de primera 
                          necesidad y algunas tiendas de quincalla y abacería, 
                          la residencia del juzgado sostiene bastante animación 
                          en esta villa, que sin duda prosperará terminados que 
                          sean los medios de comunicación.
						   Cuando nace Manuel Fraga 
                          Iribarne, en los años 20, Vilalba tiene una población 
                          de 16.308 habitantes, o almas en la terminología decimonónica. 
                          De los cuales, 7.500 eran varones y 8.808 mujeres. De 
                          los varones, había 4.703 solteros, 2.390 casados y 398 
                          viudos. Sabían leer y escribir 4.872. De las mujeres, 
                          había 5.714 solteras, 2.447 casadas y 642 viudas. Sabían 
                          leer y escribir 3.856. Esta población va creciendo progresivamente 
                          hasta los años 60, donde alcanza el máximo de toda su 
                          historia, con 20.264 habitantes. Desde esos años, la 
                          población disminuye y en 1991 el Censo contó 16.110 
                          personas. Había 1.487 niños de 9 años o menos y 814 
                          ancianos de 80 años o más. 
						  
						   Diferencia entre la actual Vilalba y la de mis primeros recuerdos. Por Manuel Fraga Iribarne
 Un servidor, al igual que Balbino, 
                          - el protagonista del libro más leído de la historia 
                          de la literatura gallega, Memorias dun neno labrego 
                          - también se considera un rapaz da aldea (un muchacho 
                          de aldea). Nací al inicio de la década de los años 20 
                          en Vilalba, una típica villa de servicios - médicos, 
                          abogados, farmacia y ayuntamiento - situada en un cruce 
                          de caminos de la Galicia interior. La economía de la 
                          comarca giraba esencialmente alrededor de una agricultura 
                          de subsistencia que condujo a la emigración a no pocos 
                          miembros de cada familia.
						   
                          Lo que hoy entendemos por servicios públicos - entiéndanse 
                          sanidad o educación- brillaban por su ausencia. El nivel 
                          de instrucción era lamentable: pocos conseguían leer 
                          y escribir con soltura y éramos escasos los que podíamos 
                          ir a la Universidad. En mi caso -fuimos 12 hermanos 
                          y todos cursamos estudios superiores- fue posible gracias 
                          a los modestos ahorros que mis pobres padres lograron 
                          juntar en Cuba.
						   
                          Decía que me considero un muchacho de aldea porque mi 
                          infancia transcurrió entre Vilalba y San Jorge de Rioaveso, 
                          la parroquia, próxima a la capital municipal, de la 
                          que procedía mi padre y a la que toda la familia acudía 
                          constantemente. Fue allí donde conocí el verdadero alcance 
                          de la vida en el campo y las penurias de las personas 
                          cuyos días transcurrían en torno al cultivo de unas 
                          pocas tierras y el cuidado de los animales domésticos.
						   
                          Afortunadamente la situación a la que acabo de referirme, 
                          tanto en Vilalba como en el resto de Galicia, ha pasado 
                          definitivamente a la historia. Personalmente me resulta 
                          grato volver la vista atrás. Fui un afortunado protagonista 
                          para lo que con el paso de los años se convierte en 
                          una postal bucólica de mi infancia, pero no me duelen 
                          prendas al reconocer que hubo otra gente de mi generación 
                          que no lo pasó tan bien. Las penurias que pasé de estudiante 
                          en el Madrid de post-guerra eran una constante permanente 
                          para muchas familias con hijos de mi edad. 
						   
                          Decía que todo aquello ha sido enterrado para siempre. 
                          La Vilalba de hoy poco o nada tiene que ver con la de 
                          entonces. Es una villa pujante, dedicada en buena parte 
                          al sector servicios, cuna de una incipiente industria 
                          de base agroganadera y un prometedor desarrollo del 
                          turismo interior. Es también una tierra de personas 
                          mayores, pero en la que todos los jóvenes, a diferencia 
                          de los de mi generación, disponen de un amplio abanico 
                          de posibilidades de ocio, de formación y de trabajo. 
                          Buena parte de ellos estudian en la universidad, quien 
                          sabe si para resarcirse de algunas carencias de pasado, 
                          y no sólo de orden material. Recuerdo que para no firmar 
                          un deslinde, un paisano espetó a mi padre que "se había 
                          quitado de eso". Se refería, obviamente, al sospechoso 
                          vicio de escribir. 
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