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Censos de Población y Viviendas de 2001

La aldea de las personalidades / Lista de colaboraciones

Foto del Sr. Emilio Lamo de EspinosaSr. D. Emilio Lamo de Espinosa
Catedrático de Sociología
Instituto Universitario José Ortega y Gasset
Requena (Valencia)


Breve reseña estadística

En el Diccionario Geográfico y Estadístico de Pascual Madoz (1845), se dice que Requena es pueblo abierto a pesar de las tapias y baterías que se construyeron en la última Guerra Civil, pues las primeras se han arruinado completamente, y las segundas se hallan en muy mal estado. La diferencia que tanto de calles como de casas se nota en esta ciudad es debida a las distintas épocas en que se han ido aumentando. Las calles del barrio de la Villa son estrechas e irregulares, y sus casas de tres o cuatro pisos, aunque en general son cómodas, ofrecen un aspecto pobre y dan mala idea de su buen interior. El barrio de las Peñas tiene sus calles anchas y de piso desigual, y la figura de sus edificios, que sólo se compone de dos altos, dan a este barrio un aspecto puramente agrícola. El suelo del arrabal es llano, sus calles, si bien no están tiradas a cordel, reúnen por lo menos más regularidad y anchura que las de la villa; y sus habitaciones además de ser las más bellas, son las más grandes y mejor distribuidas de la población. Las plazas más notables son la de la Constitución, que se encuentra en el arrabal, y la de la Villa en el barrio de su nombre. Las aguas de que se surte el vecindario son varias, éstas son la de Reinas, la de las Peñas, la del Peral, de los Caños, de las Pilas y del Pino. Dentro del arrabal están las fuentes de los Frailes y la de los Desamparados, dando la preferencia muchos a esta agua sobre las de las demás mencionadas. Para la instrucción de la juventud se paga de los fondos de propios un maestro de primeras letras, con 3.500 reales, y un ayudante con 1.500; hay otras dos sin más dotación que la retribución que dan los padres de los discípulos; el número de los que asisten a las tres escuelas es 273. Había también una clase de gramática latina que contaba con 29 alumnos. Dedicadas a la enseñanza de las niñas hay cuatro maestras particulares, el número de niñas que asiste a estas escuelas es de 160 con corta diferencia. El vecindario se halla dividido en tres parroquias, llamadas San Salvador, San Nicolás y Sta. María. En esta ciudad hay una administración subalterna de correos dependiente de la principal de la provincia que es la de Tarancón. Requena cuenta 2.616 vecinos, 10. 404 almas.

Cuando nace Emilio Lamo de Espinosa, en los años 40, Requena tiene una población de 19.422 habitantes, o almas en la terminología decimonónica. La población sigue incrementándose y en 1950 el Censo cuenta la mayor población de su historia, 20.253 habitantes. Desde ese año va disminuyendo y en 1991 el Censo llegó a contar 17.484 personas, de las cuales 8.772 eran varones, número curiosamente superior al de las 8.712 mujeres, con mayor esperanza de vida.

Requena años cincuenta. Por Emilio Lamo de Espinosa

Aunque nacido en Madrid, a Requena regresaba todos los veranos para pasar las largas vacaciones de entonces, de modo que de Requena provienen casi todos mis mejores recuerdos infantiles. Ahí tuve mis primeras correrías y aventuras, algunos de los primeros amigos jugando a los "chavos" en la plaza, y donde aprendí a amar el campo y a los campesinos. Pues Requena era entonces, desde luego, tierra de campesinos, agricultores o jornaleros, de caras arrugadas y hablar lento, pausado y medido, con bellas expresiones ya olvidadas, que liaban cigarros de picadillo ceremonialmente en los momentos de descanso. Eran hombres y mujeres de exquisita educación y trato, cordiales, austeros, serios y generosos. Vestidos con camisa impecable, chaleco del que pendía un voluminoso reloj de cuerda, faja y pantalón de pana para el trabajo, y calzados con alpargatas (o incluso descalzos en las aldeas de la comarca). Los requenenses habitaban casas de tres pisos en las que la planta baja la ocupaba el carro y los aperos de labranza, las cuadras de las caballerías y la pila de agua; en la planta principal se situaban las habitaciones y la cocina, lugar del encuentro y el hogar; y en la alta el "terrao" o almacén de los productos, que se alzaban desde la calle con la ayuda de una garrucha que pendía encima de la estrecha ventana de esa planta. Aun recuerdo perfectamente el olor característico de aquellas casas y de sus dependencias, a estiércol en la entrada, al puchero con la comida en la principal, y a cebollas y patatas en el "terrao". Eran magníficos cazadores y casi todos tenían una vieja escopeta y un perro de caza que doblaba de perro guardián cuando, en las tareas de campo, se veían obligados a abandonar el carro y los aperos. Su jornada comenzaba bien temprano y yo, niño rico de ciudad, oía desde mi cama los carros chirriantes pasar por la calle al amanecer. Tomaban un almuerzo a media mañana y regresaban al atardecer. Sin duda lo más hermoso era la vendimia cuando toda la ciudad y los contornos se animaban con cuadrillas de vendimiadores y carros rebosando racimos de uva arrastrados por gigantescas recuas de mulas camino de las bodegas, una vendimia que se celebraba (y se celebra) en unas afamadas Fiestas. Y lo más terrible cuando las tormentas de finales de agosto, que se podían oler desde la distancia, indiferentes a los cohetes que se les lanzaban y a las rogativas a Santa Bárbara, descargaban el granizo que en instantes destrozaba los esfuerzos de todo un año. No había prácticamente industria sino sólo alguna fábrica de alcohol en la cercana Utiel. Pero sí había excelentes artesanos, herreros, albañiles, ebanistas y por supuesto comerciantes y peluqueros.

La ciudad, que había sido frontera entre Castilla y Valencia, tenía y tiene los mismos tres barrios marcados que señalara Madoz un siglo antes. El antiguo barrio (y castillo) moro de la Villa, de casas encaladas y calles muy estrechas por las que con dificultad pasaban los carros, donde las comadres se sentaban a la puerta para charlar, coser y ver caer la tarde. El Arrabal, el barrio bajo y moderno, donde ya se había trazado la actual Avenida, presidido por la plaza de los "patos", nombre popular de la fuente de los cisnes que la preside y adonde llegaban los autobuses de Valencia. Y el barrio de las Peñas, próximo a la estación del ferrocarril y donde tenía prohibido acercarme por temor a los gitanos que lo poblaban, pues el racismo ha sido y sigue siendo muy popular en todas partes.

Requena era una sociedad ordenada y tradicional, estable, probablemente feliz, pero pobre, extremadamente pobre, y ese es el recuerdo que más destaca de cuantos conservo. Más culta que educada o letrada, era ignorante según estándares modernos aparte el cura, el notario, los boticarios, el médico y algún abogado o ingeniero que residían. No había automóviles sino sólo carros, bicicletas, y algún motocarro o "mobilete". Aun había ferias de ganado y el arado romano o la báscula romana eran aperos usuales. La producción de uva sigue siendo la economía principal pero hoy hay industrias y servicios que le dan otro tono a la vida ciudadana. Casi todo ha cambiado hoy, y ya sabemos en qué dirección. Pero el esfuerzo diario de los hombres y mujeres, ese, no ha cambiado casi nada y se trabaja tanto o incluso más que antes.